Claudio me toma por los hombros y acercándose, pero no demasiado, inspira hondo. Estático, abre sus sentidos como una flor al sol.
Me huele.
Como si fuera la primera vez que respira, la primera vez que huele a una mujer. Cierro los ojos y pienso en un amanecer sobre la arena del desierto. Como el primer amanecer del planeta.
Me estremezco. Me estremece.
Un instante.
Y entonces todo adquiere sentido.
El viaje a Puerto Montt para llegar a Melinka.
El Mati trabajando en el restorant.
El Claudio como buen gerente recibiendome en la puerta, toda mojada con la maleta en la mano y rogándole que me dejara comer aunque hubieran cerrado.
La cámara y el celular que se me quedaron en el restorant, y que volví a buscar.
Mi numero de telefono que llegó a sus manos. Y mi mail.
El auto que chocó y que tuvo que venir a buscar a Stgo.
El día de la titulacion en que sali más temprano del trabajo y lo conoci.
Su amigo que pasaba por Lastarria y nos llevo a su casa, a cocinar, a comer, tomar y reirse.
Y Claudio que me toma por los hombros y todo vuelve a empezar.
No puedo estar un segundo más sin él y sin embargo me lo arrebataron antes de tiempo.
A menos claro que consiga pasajes para Puerto Montt. Y en esta vida que no he conseguido?
Miro al cielo y agradezco.
Y para mirar al cielo no miro hacia arriba porque desde el miercoles en que me titulé ando sobre nubes.