La habitación, inundada de humo.
Billie Holiday, cantando en buen jazz una canción quizás demasiado alegre para el momento.
La luz de la calle, abriéndose paso a tropezones entre las cortinas.
El sillón se sentía más mullido que nunca, igual que la bata rosada de felpa.
El silencio era maravilloso, y separaba, con distancias siderales a Félix de Andrea.
Ella veía desvanecerse y definirse intermitentemente los rasgos de la cara que decía, que sabía, que le dolía tanto amar.
Un océano de alfombra roja y latas de cerveza los separaba.
Félix había estado tomando toda la tarde, sin prestar atención a Andrea, quien tomó sus cosas y se fue a dar una vuelta...de 9 horas.
Cuendo ella regresó, el cuadro era el mismo: hombres tomando y fumando con música war metal de fondo.
Los echó a todos, con la manipulación típica de las mujeres.
Luego, tomó los cigarros que quedaban y los fumó, uno a uno, mientras sentía que se calmaba. Con el jazz a todo volumen, Félix era solo una silueta que abría y cerraba la boca.
Bajó la música y mandó a Félix que se fuera a acostar. Estaba mareado y ella no tenía ganas de estar cargando a nadie escaleras arriba.
Mientras él subía, la frase surgió por su garganta con la fuerza de un grito destemplado, y no lo pudo sostener entre los dientes
- Anda a acostarte, total, mañana va a volver a ser la misma mentira!
Y lloró.
Él Cd tocó todas sus canciones 2 o 3 veces.
Y luego calló, eternos minutos, tal vez horas, con la mano sobre la boca y un cigarro consumiéndose en la otra.
Porque era verdad.
Mañana, va volver a ser la misma mentira.
La misma mentira que a veces ella puede elegir creer: yo lo amo, él va a cambiar. Él me ama...
Y otras veces, simplemente la engaña una fuerza superior y cree que todo es mejor con él.
Caminaron las escaleras y se fueron a acostar.
Desde ese día, en determinados instantes, Andrea siente el alma vacía.