
Así fue como pasó lo que yo nunca creí: Ron me fue a buscar a mi casa. A decirme que teníamos mucho porque seguir juntos, que me quería, me adoraba...
Y yo respondí que no, le hice ver todas las veces que me ha dejado sola, todo lo mal que me ha hecho y lo destruida que me siento. Y lo dejé ir.
Entonces pensé en lo terrible y lo triste que era que el se fuera caminando por la calle, completamente solo, aumentando con cada paso la distancia entre nosotros.
Y esa percepción me dejó llorando y pensando hasta en la micro al otro día.
Reconocí que aún lo amo, y esa parte de mi que dice que todo se puede con amor volvió a alzar la voz.
Y se dió uno de esos momentos de película gringa, dode lo llamé y él justo estaba escuchando mi canción y corrimos y nos abrazamos en una estación de metro y prometimos que íbamos a cambiar y nos besamos mucho.Y nos dijimos "te amo".
Pero quieras o no, la enfermedad está ahí. La muerte está ahí. Y lentamente empieza a llegar. Las cosas perdidas y recuperadas hace tan poco de manera milagrosa, se pierden paulatinamente. Vuelve a ser lo mismo de antes, y peor.
Una hora después de la reconciliación, Ron empezó de la nada a hablar de ese tema que es tan molesto, en un esfuerzo por vengarse de que lo hubieran pateado. Discusión tras discusión, los minutos pasaban y yo estaba muy arrepentida de haber vuelto.
Nos dejamos de ver unos días porque estábamos enojados. Lo fui a ver y pasamos la noche bajo un árbol de pascua, tan lindo, que le pedí que no apagara las luces. En la noche parecían luciérnagas, o estrellas. Se levantó a las 6 de la mañana para ir a dejarme al trabajo.
En cada minuto que pasa, está la muerte anunciada. Llega un momento en que se desconecta de la realidad, o al menos de la realidad de los otros. Hasta que llega la hora.
A pesar de mis ruegos, decidió trabajar para navidad, en uno de esos turnos malditos que te dejan dormir 5 hrs diarias y de nuevo al trabajo. Para él significaba plata segura, ayudar a un tío, estudiar. Para mí era una vez más que me dejaba sola, muy sola. Y estaba tan enojada que no me dí cuenta de que él también iba a pasar las fiestas solo, aunque fue por su propia decisión.
Y entonces, pasa. Cada cierto tiempo deja de respirar, 5, 6, 10 segundos. Y luego retoma la respiración con un gran suspiro. Por alguna razón que nadie puede explicar, todas las cicatrices y heridas del pasado se notan mucho más, lo que ya estaba cicatrizado empieza de nuevo a sangrar, aparecen moretones de la nada... aunque yo creo que son todas las heridas que se han vivido.
Nos quisimos mucho. Después volvimos a discutir. Y cada vez me enojaba más, porque me dejaba sola y nunca cambiamos. Y cada vez pensaba menos lo que decía, hiriendo. El deseo de irme era tan fuerte como el de quedarme y no sabía que hacer. Te amo y te odio eran la misma cosa.
La respiración, aunque cortada, se hace más profunda. Y entonces, en mitad de una inspiración, se acaba todo. Y el cuerpo se sigue moviendo, como si intentara respirar, y la piel aun es tibia y te enfrentas a la paradoja de que ese alguien no está acá pero sigue teniendo gestos de vida. Te sientes rara. Te da ganas de llorar. De rezar, porque ya no hay nada más que hacer.
Me llamaste por teléfono, una vez más, para decir que no vendrías. Creo que dijimos todo lo que sentíamos. Estabas muy enojado.
- Terminamos, dije
Y en medio de tu silencio, y de tus ganas de volver el tiempo atrás, para seguir teniéndome, se acabó.
Empecé a pensar que puede haber alguien allá afuera que tenga menos miedo, que no tenga que defenderse, y que esté dispuesto a perdero todo, como yo también lo he perdido todo.